A la atención de todos los que se sientan comprometidos por el bien común

Recordemos que los que traicionaron a Jesús fueron príncipes y ministros de los sacerdotes, pero no estaban solos, pues unidos a ellos estaban reyes, ministros y gobernantes de todas las naciones. Pero, ¿por qué lo hicieron? ¡Está claro! Lo que Él predicaba iba en contra de sus intereses personales. Su meta: aumentar su poder. Y para conseguirlo, utilizaron al pueblo llano, gente sencilla, humilde, con familias por alimentar, que no se podían negar pues si se atrevían a ello les costaba la vida.

Hay un momento en la Historia en el que estas dos potencias, que en este presente conocemos como instituciones, con la abundancia de bienes acumulados se separan y, exentas de valores humanos, crearon sus propias leyes: Por un lado, los reyes siguieron con sus batallas ganando reinos sirviéndose de todos aquellos hombres, sin importarle la edad que tuvieran, para ponerlos al frente de ellas. De esta manera adquirieron cada vez mayor estatus, asegurándose una riqueza de la que todos sus descendientes se siguen beneficiando en este presente. Por otro lado, está la institución eclesiástica que, sirviéndose del pueblo llano, construyó templos, catedrales, etc., en lugares estratégicos y con hermosas vidrieras por las que entraba la luz que invitaba a las personas a sentirse bien.

Por estas dos instituciones, a las que se han ido agregando otras, estamos siendo llevados a hacer lo que ellos quieren.

Siendo consciente de que tengo mucho que decir y todo es muy importante, para que este vídeo no se os haga demasiado largo os ofrezco una segunda parte.

“Quien tenga oído que oiga lo que el Espíritu Santo os anuncia”

Con todo mi Amor,

Josefina