Gracias a Josefina mi vida se sustenta sobre la base sólida del conomiento

Quiero intentar explicar cómo ha cambiado mi vida desde que conocí a Josefina, alguien que es todo bondad, cariño, dulzura, amor … algo que es tan grande que es difícil explicar con palabras.

A Josefina la conocí en esas vueltas que da la vida o “casualidades”, que, como siempre comentamos en nuestras charlas, no son tales, sino situaciones por las que uno tiene que pasar. Pues bien, mi suegra, junto a mi mujer, son las principales artífices de que la conociera.

Mi suegra empezó a asistir a unas reuniones que impartía Josefina en su casa. Ella nos comentaba lo especial que era, tan diferente de lo que en su búsqueda había conocido. Un día mi mujer me dijo que su madre estaba con vértigos y le había dicho que llamase a una amiga para que la llevase a Granada a ver a Josefina, ya que ella no podía conducir. Eso a ella no le gustó y me planteó el llevarla nosotros y así de paso conocer de primera mano a Josefina.

Así fue como conocí a la persona con la mirada más dulce y amable que hubiese visto jamás. Nos invitó a entrar en su casa y la sensación que tuve fue la de encontrarme en un lugar conocido, en un ambiente cómodo y agradable. Josefina entabló una conversación con mi mujer y conmigo preguntándonos qué tal nos iba con nuestro matrimonio, porque hacía poco que nos habíamos casado, todo con una familiaridad fuera de lo común. Yo, al mismo tiempo me sentía con una paz interior que no había experimentado nunca.

Llegó el momento en que Josefina “impuso las manos” a mi suegra. Yo estaba expectante de ver en qué consistía exactamente. En un momento dado, me dijo:” ¡Ven Fran, vamos a ver como estás!”. Me senté en una silla y empezó a ponerme las manos a mí.

Josefina pasaba sus manos extendidas cerca de mi cuerpo, comenzando desde la cabeza y pasando por toda la columna, pero sin tener contacto. Al pasarlas por la zona lumbar me dijo “Aquí tienes un problemilla, ¿verdad?”. Efectivamente, cuando tenía 15 años, ayudando a mi padre en su trabajo, me hice una lesión en la espalda (una protusión entre las vértebras L1 S5 al bajar una lavadora de más de 100 kg cuatro pisos por las escaleras. Esta lesión me provocaba que, a veces, al girar el tronco, se me pinzaba el nervio ciático, con lo que me quedaba sin fuerzas en las piernas y caía desplomado al suelo. Pues bien, Josefina me describió con sus palabras perfectamente lo mismo que se podía apreciar en las resonancias magnéticas que me habían hecho a lo largo de los años los neurocirujanos para ver la progresión de la lesión. Yo me quedé completamente maravillado de cómo podía darme esas explicaciones tan claras sin tener ningún tipo de información previa sobre mi dolencia. A continuación, Josefina me pasó las manos frotando suavemente desde la cabeza hasta el final de la espalda un par de veces, y luego las dejó un rato sobre mi zona lumbar. Mi sensación era como si hubiese una corriente de energía que me recorría toda la espalda y al terminar, me encontraba muy relajado, con una sensación de bienestar que nunca antes había tenido.

A partir de entonces, seguí visitándola de forma periódica, y, pasado un tiempo, mi lesión de espalda desapareció por completo y pude volver a practicar todo tipo de deporte sin tener que utilizar mi faja ortopédica, y sin haber vuelto a tener ningún pinzamiento del nervio ciático.

Pero Josefina me ha ayudado también con otros problemas de salud importantes, pudiendo comprobar por mí mismo lo que ella siempre nos advierte y es que la mayoría de nuestras dolencias son fruto de nuestras “creaciones”, por vivir demasiado pendientes de nuestras aspiraciones terrenales sin tener en cuenta nuestra parte Divina, lo cual nos causa un desequilibrio. Con nuestro trabajo personal debemos tratar de equilibrar estas dos partes, lo cual será la base para poder evolucionar.

Por aquella época yo estaba inmerso en mi afán de conseguir una progresión en mi carrera profesional, la cual fuese ligada a un aumento de sueldo que eliminase de mi vida la variable dinero, ya que siempre había sido la constante preocupación de mi familia. Esto me llevaba a desempeñar maratonianas jornadas de trabajo que hicieron mermar mi salud.

Entre ellas, padecí una dermatitis atópica, que me tuvo 9 meses con erupciones debajo de los ojos, axilas, pecho y otras partes de mi cuerpo, siendo lo peor de todo las profundas gritas y desgarros de la piel de los labios, que en ocasiones me impedían hasta comer y casi ni hablar, provocándome una infección muy importante. Josefina siempre me decía que no tenía nada malo, que era algo que provenía de mi desequilibrio interior, aunque yo no era capaz de identificarlo. Así, durante ese tiempo pasé por multitud de médicos, pruebas de todo tipo para descartar graves enfermedades, y no fue hasta que en una visita a una clínica de prestigio de Barcelona me dijeron lo mismo que me había dicho durante tanto tiempo Josefina, cuando por fin tomé conciencia de que era el ritmo de vida que llevaba la causa de este mal que tanto me preocupaba. Porque tengo que reconocer que, por aquel tiempo, no terminaba de convencerme lo que Josefina me decía y por eso buscaba tanto una explicación médica. Pues bien, me dijeron simplemente que me diera paseos por la playa y que me tomara la vida de otra forma… ¡Justo lo que me había ido diciendo Josefina nueve meses antes! Sirva mi ejemplo, para todos aquellos que se acerquen a Josefina, como muestra de hasta qué punto nuestra terquedad y falta de fe en lo que nos dice nos lleva a padecer, además de nuestros males, todo el sin vivir que me ocasionó todo este proceso de distintos diagnósticos contradictorios, algunos de ellos alarmantes, que me podía haber ahorrado desde el primer instante.

En otra ocasión, Josefina también me ayudó con un herpes que apareció en mi cuerpo debido a la bajada de defensas que había tenido, así como con un principio de parálisis facial que también venía provocado por lo anteriormente mencionado. Más adelante, cuando sufrí un cólico nefrítico, gracias a su ayuda pude expulsar una piedra del tamaño de medio grano de arroz, no sin algunas molestias, pero nada que ver con el tremendo dolor que suele acompañar a esta dolencia.

Pero no solo fue eso, lo más importante es que Josefina siempre ha estado ahí guiándome y cuidándome con infinita paciencia, incluso en la etapa de mi vida más difícil, en la cual llegué a sentir que ni tan siquiera ella podía ayudarme. De esa etapa tan dura, ahora he comprendido que fue el resultado de todo lo que tenía acumulado en mi interior desde mi infancia. Era demasiado responsable, algo inculcado por mis padres, al ser el mayor de cuatro hermanos, lo cual, desde muy niño, he llevado al extremo. También, debido a mis miedos y a mi exceso de responsabilidad, era un controlador compulsivo, y al mismo tiempo trataba de evitar afrontar aquellas situaciones que mi mente calculadora previese que pudieran suponerme algún tipo de problema, dando todos los rodeos que fueran posibles si así pensaba que podía escabullirme de pasar por ellas. Obviamente, es imposible tratar de controlar las cosas que nos pasan en la vida, así como evadir aquellas que no nos gusten, ya que éstas, si forman parte de las pruebas que tengamos que pasar, se vuelven a presentar una y otra vez, de distintas formas, hasta que no nos queda otra que hacerlas frente. Como dice Josefina, todo lo que nos pasa en la vida tiene un sentido y un por qué.

Unido a esta forma de ser, intentaba proteger en exceso a mis seres queridos, asumiendo responsabilidades que no me correspondían: estaba pendiente en todos los aspectos de mis padres y de mis hermanos, uno de ellos con problemas de salud, y me preocupaba también de la familia de mi mujer, a raíz de la separación del matrimonio. Todos sus problemas los hacía míos, y me esforzaba por tratar de encontrar soluciones para todos ellos, dejando a un lado mis propias preocupaciones. Era super protector, controlador, estaba pendiente de todos y, además, tenía miedo a la muerte. Todo esto lo tenía muy marcado desde pequeño. Sin embargo, era consciente de lo efímera de nuestra existencia… ¡Qué contradicción! ¿Verdad? Me preguntaba una y otra vez qué sería de nuestros seres queridos después de la muerte y era algo que verdaderamente me atormentaba.

Todo esto me llevó a ser demasiado exigente conmigo mismo a la hora de marcarme objetivos en la vida, siempre relacionados con tratar de dar lo máximo posible a todos mis seres queridos, dejando a un lado lo que yo hubiera querido o necesitado para más tarde: de niño me esforzaba por sacar buenas notas para que mis padres se sintieran orgullosos; cuando fui algo más mayor, además de sacar adelante mis estudios, trabajaba en el negocio familiar para poder ayudar en los gastos de la familia; al terminar la carrera y empezar a trabajar, me obsesionaba en prosperar para conseguir tener una buena solvencia económica que, además de quitarle una carga a mis padres, me permitiera vivir sin tener que pensar en el dinero, llevando a cabo maratonianas jornadas de trabajo. No me daba cuenta entonces de que no era necesario pensar de este modo y tratar de ganar tanto dinero, como ahora he descubierto, pues lo único que hay que hacer es vivir cada día con lo que honestamente se vaya consiguiendo, cumpliendo correctamente con nuestros compromisos laborales, pero sin necesidad de realizar esos tremendos esfuerzos, viviendo simplemente con fe y abandono.

Las distintas situaciones que tuve que atravesar años más tarde así me lo enseñaron, pues, aunque todo parecía venirse abajo a nivel personal, laboral y familiar, aprendí dos importantes lecciones: que cada uno tiene que pasar sus propias pruebas, sin poder hacer yo nada por evitar, y, por mi parte, dejé de intentar controlar nada, viviendo cada día lo que me toque vivir: disfrutando y agradeciendo las cosas buenas que tenemos y afrontando con fe los momentos difíciles, pues sólo así percibiremos el camino o la decisión correcta que deberemos tomar.

Pero, tristemente, todo esto no lo aprendí en dos días, sino que fue tras varios años difíciles en los que todas estas preocupaciones, que se iban sucediendo y acumulando en mi vida y en las de las personas de mi círculo familiar, debido a mi forma de ser super protectora y a mi mente controladora, hicieron que no parara de culparme por todo, arrastrándome a un colapso total, cerrándome por ello a los consejos que Josefina me daba y cayendo en una depresión en la que toqué fondo y que dejó en mi vida una profunda cicatriz que siempre estará conmigo hasta el último día.

Gracias a Josefina y su infinita paciencia, salí de esta sima tan profunda, oscura y peligrosa en la que me metí yo mismo, comprendiendo en este presente el inmenso sufrimiento que le causé durante todo ese tiempo, lo cual siento enormemente. Este proceso de recuperación consistió en hacer mi trabajo personal, como tanto nos insistía siempre Josefina que debíamos hacer y que, a pesar de entender la “teoría”, yo no había puesto en práctica todavía. Había construido mis cimientos entendiendo la vida en base a los bienes terrenales, por lo que tuve que derribarlos y volverlos a construir, pero ahora sobre la base sólida de entender realmente el por qué de nuestra existencia. Me fui dando cuenta de todo aquello por lo que había pasado formaba parte de esas pruebas que debemos superar, ya que todos traemos deudas pendientes de otras vidas y tenemos que aprovechar para liberarnos de ellas, afrontando lo que se nos presente en esta vida.

Josefina me lo ha explicado con tanta claridad, incansablemente, una y otra vez, con infinita paciencia, y ahora me doy cuenta lo perdido y equivocado que estaba, y me apena muchísimo el tiempo y esfuerzo que he perdido en mi vida sin atender lo realmente importante, mi trabajo para evolucionar, además del enorme cansancio que le he provocado. Aunque, como siempre nos dice Josefina, debemos mirar al pasado sólo como base de la enseñanza aprendida, pero sin martirizarnos por los errores cometidos, ya que lo importante es el presente en el que nos encontramos.

Al trabajarme interiormente, y gracias a todo lo que nos enseña Josefina en sus libros y vídeos de esta web, lo cuales os recomiendo que leáis y escuchéis con atención, pude comprender que esta vida es una vía para trabajarnos a nivel interior y evolucionar, aceptando que estamos aquí de paso y vivimos tan solo un “trozo de vida”. Una vez que comprendes que, en ese trozo de vida que vivimos, nos encontramos con personas que nos van a impedir ser nosotros mismos, pero otras nos van a ayudar a serlo, nos permite no estar tan a la defensiva en cuanto a esa necesidad de intentar auto protegernos o sobre proteger a los demás. Si uno va haciendo lo correcto, ya llevamos el cuidado “de arriba” unido también.

Ahora doy gracias a Dios todos los días por permitirme disfrutar de todas esas pequeñas cosas que nos da la vida y nuestro amado planeta tierra. Tan sólo me preocupo de hacer todo aquello que me toque hacer en la vida lo mejor posible, pero sin mirar más lejos y sin buscar el reconocimiento por parte de los demás. Algo que me ha hecho ser más feliz en mi día a día, ya sea en el trabajo, en casa, con la familia, amigos, etc.

Este camino que he emprendido de cultivar mi interior es de largo recorrido, pero resulta muy gratificante al ir aprendiendo y descubriendo tantas pequeñas grandes cosas por el camino. Una de ellas ha sido la prueba de fe que pasamos mi mujer y yo al realizar el último intento en nuestros tratamientos de fertilidad, donde nos abandonamos a la voluntad de Dios, cuando todo estaba más que complicado, y fuimos premiados con dos niños maravillosos. Soy ahora muy consciente de que Dios me ha dado la responsabilidad de ser el custodio de esas dos almas que han venido a este mundo a evolucionar con su propio karma, donde ellos deberán pasar sus propios tropiezos, sus pruebas, para lo cual contarán con los valores que les inculquemos mi mujer y yo en nuestro hogar.

Pero ahora se que, por encima de todo, contarán con la protección del Padre, que todos tenemos, lo que pasa es que, si no tenemos ese orden en nuestro interior, que se consigue gracias al trabajo personal que Josefina nos enseña, no podemos verlo y caemos en continuos tropiezos, como yo mismo he sido ejemplo.

Sabiendo Josefina de mi forma de ser anterior tan sobre protectora, en el momento en que nos confirmaron el embarazo, me advirtió seriamente que sólo me debía preocupar de darles lo justo hasta donde pueda, pero sin volverme a obsesionar, pues ellos ya vienen preparados y la vida los llevará por donde tengan que pasar y los proveerá de lo que necesiten. Tan sólo debemos preocuparnos de proveerles de estos valores y enseñanza para que construyan su propia base sólida y así serán capaces de elegir el camino que deban seguir. Pues, como ella nos dice, “los padres sois el arco que lanza la flecha que representa cada hijo, que debe ser fuerte y, al mismo tiempo, flexible, y orientarlos para que, al lanzarlos a la vida, ellos tengan una base. No por ello todo lo que hagan será lo esperado por vosotros, pero esa es vuestra función como padres”.

Josefina sigue cuidando de mis hijos y de todos nosotros con ese Don que ya tenía ganado en esta vida. Siempre que podemos tratamos de compartir momentos juntos y de que disfrute de nuestros pequeños, que también son suyos, pues, además de ser su madrina, mantienen con ella un vínculo muy especial.

¡Son tantas cosas por las que debo dar gracias a Josefina! Me siento abrumado de lo mucho que ha hecho por mi, no solo por toda la ayuda que he recibido a nivel de salud, que, como he comentado anteriormente, ha sido mucha, sino, sobre todo, porque gracias a ella he podido empezar a cultivar mi interior, despojando de lo más profundo de mi ser esos miedos y creaciones que me impedían ver la grandeza tan importante que todos llevamos dentro, y así, poco a poco, nos permite ser mejores personas y liberarnos del karma que traemos al nacer.

Ahora me doy cuenta lo perdido que estaba antes, por mi modo de ver las cosas… En el momento en que empecé a trabajarme interiormente, mi verdadero ser comenzó a salir al exterior.

Del que antes todo temía, y, ahora, todo agradece; del que antes todo intentaba controlar y, ahora, contempla y disfruta todo lo que tiene a su alrededor; del que antes sufría por dentro, al que ahora agradece desde dentro todo lo que es. Por todo ello, solamente puedo decir mil gracias, Josefina.

Siempre tendrás mi eterna gratitud y siempre estaré ahí, de forma incondicional, para ayudarte de la forma que sea necesaria.

¡Un besazo enorme!

escrito por Fran, el día 26 de julio de 2018

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