Gracias por estos 30 años de entrega, amor y enseñanza

Antes de comenzar a contaros que significó en mi vida conocer a Josefina, quiero explicaros como era antes de conocerla, como ha continuado cambiando y todas las Bendiciones que estoy recibiendo desde que la conocí.

Tengo que comenzar hablando de mi infancia y de todos los recuerdos y sensaciones que quiero compartir, ya que desde muy pequeñito no me he sentido integrado ni en el colegio, ni en el instituto e incluso ni en mi casa, ya que de haber sido lo contrario tendría buenos recuerdos de ella y no es así. Los pocos recuerdos que tengo no son agradables en ninguna de estas áreas. Para ser más justos he de deciros que os voy a hablar de las experiencias que he tenido y de cómo las he vivido o como las he percibido.

Los recuerdos que tengo de la guardería son pocos, recuerdo el aula y el patio donde salíamos al recreo, pero no recuerdo tener interacciones con otros niños, ni jugar en clase o hacer actividades con los demás y no tengo un sentimiento de habérmelo pasado bien o haber tenido amigos. Ahora que reparo en ello considero que era un niño solitario, desubicado y creo que un poco raro. Ya de pequeño, mi forma de ser era complicada, pues algo pasa si un niño no se relaciona con los demás, no tiene amigos, llora o se siente incomprendido. En este presente entiendo que cuando algo así pasa es porque ese niño ya tiene un problema o una personalidad complicada. El recuerdo más vívido que tengo es un día en el patio jugando al clásico juego de las sillas, ese en el que hay una silla menos que niños, los niños van corriendo alrededor de ellas mientras suena una música y cuando se detiene has de buscar una silla libre y sentarte y se van descalificando aquellos que no se sientan. Pues bien, recuerdo el juego y que al perder me puse muy triste, rompí a llorar e incluso con rabia.

Cuento este episodio, porque ahora, en este presente en el que me estoy conociendo gracias a la labor y entrega de Josefina, una de las partes que he ido conociendo de mí es que tengo el ego muy grande y tiendo a considerarme superior a los demás. Ahora estoy trabajándome esa parte (como Josefina me ha ido enseñando), pero fijaros como ya desde pequeñito tenía esa parte desarrollada en mi personalidad.

En el colegio y en el instituto sufrí mucho porque me llamaban mariquita y se metían conmigo. Yo siempre me he sentido muy solo y he pensado que no tenía amigos, pero ahora que lo veo desde la distancia he comprendido que si que los he tenido, personas que se preocupaban por mí, que estaban conmigo y que yo no supe valorarlos porque mi propia forma de ser hacía que me alejara de ellos, que no me encontrara a gusto compartiendo con ellos y creo que todo esto se debía a que yo les ocultaba como era realmente, cómo era yo y esto ocurría en muchos ámbitos, pero uno de ellos siempre ha sido ocultar que soy homosexual, porque ya desde pequeñito sabía que lo era, pero me fui encargando durante mucho tiempo de negármelo a mí mismo porque pensaba que eso no podía estar pasándome a mí. Desde aquí si tengo ocasión me gustaría pedir perdón a aquellas personas que me brindaron su amistad y que yo no supe reconocer ni agradecer.

Además del colegio algo ocurría también en mi casa pues tampoco me sentía bien allí.  Con mi padre ha habido muy poca relación, lo recuerdo lejano, distante y me dijo algunas cosas que me hicieron sentirme inferior. Creo que en aquellos momentos se dejó influir por su familia o simplemente no veía normal las cosas que hacía, el caso es que entre las frases que recuerdo que me dijo hay algunas que no llegué a comprender ni asimilar hasta una conversación que tuve con Josefina que os contaré más adelante. Él me dijo en varias ocasiones que le hubiese hecho mucha ilusión que su primer hijo fuese un chico, pues tenía muchos planes y muchas actividades para realizar con él, pero como yo fui el tercero, me comentó que ya no tenía la fuerza ni la ilusión de hacer esas cosas y que si hubiese sido el primero las cosas hubiesen sido diferentes. A esto hay que sumar que yo tampoco ayudaba, era bastante torpecillo y las pocas cosas que me proponía no me atraían mucho.

Recuerdo un día que nos fuimos a pescar con caña y a mí se me cayó la caña al mar y él se cabreó bastante, quizá esperaba un poco más de mí. También le costó enseñarme a montar en bicicleta yo no presumía de equilibrio, pero al final lo consiguió, aunque no recuerdo que luego paseáramos juntos. En otro aspecto en el que yo me sentí atacado fue en el tema de la homosexualidad, pues ya que me insinuó de malas maneras en varias ocasiones que yo era gay, y aunque era verdad, también he de deciros, que no dejaba de ser un niño, que aún no tenía bien definida mi sexualidad y que esos comentarios, sumados a los que recibía en el colegio me hicieron mucho daño. Mi padre murió de cáncer muy joven, creo que no llegó ni a los 50 años, el final de su enfermedad fue bastante duro, pues el deterioro que sufrió era mucho. Quizá una de las cosas que más agradezco a Dios Padre es que Josefina me animara a pasar tiempo con él y que lo cuidara en esos últimos años de su vida, aunque mi resistencia a hacerlo he de reconocer fue grande y gracias a su insistencia y perseverancia he de deciros que aunque no hablamos mucho, ni yo me sinceré con él, el tiempo que pasamos juntos nos unió un poco más.

El día que se murió yo estaba con él en la habitación, él estaba muy sedado, pero antes de morir, abrió los ojos y me miró, creo que no hacía falta decir nada más. Aun así y pasado el tiempo de su muerte yo siempre le he echado en cara su falta de comprensión y acercamiento hacia mí, y creo que en algunos momentos he sido muy negativo e injusto con  mis pensamientos hacia él. Un verano estando con Josefina, comenzamos a hablar de mi padre, pues yo siempre le echaba la culpa de que no hubiésemos mantenido ninguna relación, pero tal y como me hizo ver Josefina, yo en esos últimos años de su vida, ya era mayor de edad y también podría haber iniciado esa conversación y haberle dicho entre otras cosas que era gay y lo que me había molestado de él, pero nunca lo hice. Josefina me dijo que: «no importa que no se lo hayas contado todo, ni sufras por ello, cuéntaselo ahora como si estuviese vivo porque a él le llegará», al oírla sentí paz, alivio, alegría y mis pensamientos desde aquel momento hacia él, nunca han vuelto a ser negativos, sino de comprensión y amor, pues ella me hizo comprender que su situación en vida tampoco fue fácil, que lo hizo lo mejor que supo y que yo no podía eludir mi parte de responsabilidad en no haber intentado hablar con él para solucionar lo que nos pasaba. Ahí  Josefina le dio un buen toque a mi ego, porque esto que me dijo no me cayó muy bien, no obstante lo acepté como verdad.

Por qué su situación no era fácil lo vais a entender ahora cuando os hable de mi madre, con mi madre si he tenido mucha relación y si he pasado mucho tiempo con ella, pero creo que esa relación no ha sido positiva para mí en algunos aspectos. Mi madre padece un trastorno obsesivo compulsivo y desde pequeñito yo he visto como se encerraba en la habitación para rezar de rodillas con los brazos en cruz y otras actitudes muy extrañas, recuerdo un día que llegó bebida a casa y se cayó de espaldas, cosa que a mí me impresionó mucho y otro relato que paso a definiros y que también dará información de su relación y comportamiento hacia mi por su enfermedad. Un día estábamos en el baño mis hermanas y yo con mi madre, ella se había comprado unas gafas nuevas que a mi parecer eran muy grandes, ella se las probó y yo, que era un niño, le dije que parecía la mosca de la tele, pues a mí aquellas gafas me parecían enormes. Recuerdo que ella se enfadó muchísimo, de una manera muy desmesurada, que me hizo llorar y sentirme muy mal, pues fue una respuesta demasiado desagradable para un comentario de un niño. Aunque hablo de esta parte de mi madre deciros que ella siempre ha estado muy pendiente de sus hijos y ha hecho muchos sacrificios por nosotros, cosa que le agradezco muchísimo. No obstante deciros que mi madre fue cambiando poco a poco y que este cambio fue promovido por la ayuda de Josefina. Entiendo ahora con la edad y gracias al conocimiento que me va aportando Josefina, que mi padre debía conocer la enfermedad de mi madre y que la convivencia de ambos no debía ser muy fácil y ese desequilibrio lo sufríamos todos.

Si ahora tuviese que definir mi personalidad en esta etapa de infancia-adolescencia, me definiría como un niño solitario, perturbado por sus ideas de sexualidad y religión, angustiado por su condición sexual, reservado e intentando ocultar en todo momento quien era fingiendo ser algo que no soy. No me abría a nadie, todo era un engaño y por ello no me sentía cómodo en ningún sitio.

Creo que más o menos con lo que he contado se puede ver el desorden y el caos en el que vivía, no solo por las cosas negativas que me habían pasado, sino porque no sabía reconocer aquellas cosas positivas que también me iban ocurriendo.

Pero hay un momento en el que todo comienza a cambiar, no es radical, es progresivo, pero en este cambio mi vida, mi alma, mi corazón y mi mente se abren, todo cobra sentido y este cambio ocurre en el momento en el que conozco a Josefina. Recuerdo perfectamente el día que la conocí, yo era pequeño, tendría unos nueve años, llegaba a casa del colegio un poco triste y nervioso porque se me habían perdido las llaves. Cuando entré en casa estaba mi madre con Josefina en el salón, mi madre me llamó y me la presentó. Quizá para mí lo más impactante es la atracción que sentí, porque recuerdo contarle lo que me había pasado y ella me dijo que volviera a hacer el mismo camino que había hecho para venir del colegio y que seguro encontraría las llaves. Yo sentí tanta seguridad en aquellas palabras, me transmitió tanta firmeza, tanto amor, tanta naturalidad que no dudé ni un momento y recuerdo salir corriendo a buscar las llaves y además me recuerdo haciéndolo con alegría, tanta como en el momento en el que las encontré. De la misma forma siento que ese día encontré a alguien muy especial, a la persona que necesitaba en mi vida, a alguien que me escuchaba, que me entendía, que daba validez e importancia a lo que decía y a alguien que comenzó a ayudarme desde ese mismo instante.

Fijaros que la conozco desde los nueve años y en este presente tengo 39, son 30 años por su parte de trabajo, esfuerzo, amor, escucha y enseñanza para conmigo. Años en los que ha habido muchísima entrega por su parte y no solo hacia mí, sino hacia todas las personas que han acudido a verla y a todos nos ha dedicado tiempo y esfuerzo, tiempo que por otra parte ha tenido que quitarse de ella misma para poder dedicárnoslo a nosotros.

Ya habiendo conocido a Josefina, mis hermanas empiezan a ir a ella para que las ayude y al verlas que volvían tan alegres y tan llenas decidí ir yo también y así lo hice. Ella, aunque yo era pequeño, nunca se frenó en ayudarme y empezó a dedicarme tiempo a escucharme, a apoyarme y consolarme, sentimientos de apoyo y de amor que nunca había tenido. Es cierto que los recuerdos que tengo de aquella época son muy pocos. Pero para que os hagáis una idea de la ayuda que siempre me daba paso a leeros un fragmento de una carta que Josefina me mandó en 1991 para aliviar el sufrimiento que yo tenía: 

“Querido Fernando Carlos, que la paz del Señor esté siempre contigo y con toda tu familia. Hoy, “por casualidad” he recibido tu carta, es así porque los buzones aún no están puestos y gracias a Dios y a la buena voluntad y paciencia del cartero de buscar hasta dar conmigo la he recibido. En tu carta me dices que te aconseje porque estas sufriendo un poco de ver a tus padres que no están juntos, ten en cuenta que tú no tienes edad para comprender esto que les pasa a ellos. Por otro lado creo yo que un hijo, por muy mayor que sea, nunca tiene edad para comprender estas cosas que algunas veces les pasa a los padres, porque un hijo quiere a sus padres, pero cuando ve algo que no funciona entre ellos sufre y empieza a comparar con otros padres del entorno que les rodea como quisiera que se comportaran los suyos, pero de esto no te puedes guiar, ni mucho menos sufrir, porque este entorno “puede ser tan engañoso”. Lo que si te puede ayudar mucho es no buscar el porqué de lo que pasa en tu casa y centrarte en ti, que es donde te habla Jesús, para que en un futuro aprendas con su amor a comprender lo que ahora no comprendes. Y ¿Cómo se consigue esto? Te preguntarás tú, pues por ejemplo aceptando con la alegría que deben tener todos los niños de tu edad que están pasando por tu misma situación lo que ves, en lugar de hacerte tantas preguntas que por ahora nadie te puede contestar y te hacen sufrir, también queriendo mucho a tus padres, acercándote a ellos sin reproches ni exigencias; si haces esto mira lo que puedes conseguir, llevarás alegría donde por ahora no la hay y con esta alegría que tu transmitirás llegará la esperanza para los que no la tienen y esta esperanza a su vez les dará ganas de luchar otra vez y la luz vendrá poco a poco. Fernando te mando un abrazo muy fuerte y te pido que si esta carta te sirve de ayuda se lo agradezcas a Jesús que es quien nos ayuda en todo. Hasta pronto Josefina”

Pasados unos años, no puedo deciros la fecha, volví a escribirle para pedirle ayuda y he aquí su respuesta: “Querido Fernando Carlos: te deseo que este año para ti sea menos conflictivo y para que esto sea posible tienes que aprender a no dar más importancia a las cosas cotidianas de la vida de la que realmente tiene. Sí, yo ya sé que estarás diciendo que tú eres así y también que nadie te quiere, pero te has parado a pensar ¿si te quieres tú y si te aceptas realmente tal y como eres?, cuando esto lo hagas verás como lo que te digan los demás no te hace sufrir. Yo sé que tú puedes hacerlo y cuando por fin empieces a comprenderlo harás mucho bien a todos los que te rodean ¡Animo que tu vales mucho! Te quiero y el Padre también te quiere mucho, que la paz que nos viene de Él y su Amor esté siempre contigo. Josefina”

Pero como no siempre he sido sincero y claro con ella (cosa que nunca debemos hacer si queremos recibir su ayuda) me gustaría hablaros de un momento de mi vida bastante contradictorio, en el que se produce por un lado, una necesidad imperiosa por rezar. Recuerdo que en aquella época iba mucho a misa y formaba parte activa de la iglesia, además recuerdo tener un libro de oraciones al que me aferraba. Esa época la recuerdo rezando mucho, pidiendo ayuda a Dios Padre, pidiendo ser feliz y con mucho sufrimiento. Por este tiempo conocí a unas vecinas que eran hermanas a las que les gustaba el tema de los espíritus, la guija y todos esos temas y yo entré en ese mundo. Recuerdo que lo pasé fatal, tuve unas experiencias muy desagradables, me daba mucho miedo y eso hacía que me obsesionase y que rezara, pero ahora con mucho más miedo y de una forma menos apacible. Aquella época la recuerdo con mucha angustia y ansiedad. Aunque en esa época ya conocía a Josefina este momento que viví se lo oculté de manera que no pudo ayudarme. Que diferente habría sido todo si se lo hubiese contado y cuanto sufrimiento me habría ahorrado.

De la siguiente parte que voy a hablaros es cuando yo ya tengo más años, en ese momento comienza mi transformación y una serie de encuentros y conversaciones con ella que cambian mi vida por completo. Lo recuerdo tan vívidamente que creo que están marcados a fuego en mí.

Para mí, este tiempo de encuentros con ella lo recuerdo con mucho cariño, pues creo que fueron muy especiales. Fue en este tiempo en el que se produjo este cambio del que os hablo y en el que compartimos muchísimo. Lo que más recuerdo es que al terminar de compartir, se producía un momento que me llenaba de paz, de emoción, de tranquilidad, de comprensión de todo lo que me había dicho. Era un momento tan especial que no sabría cómo transmitíroslo.

En este presente estoy muy agradecido de todos los momentos pasados con ella, y de las conversaciones, que han sido muchas y muy largas en las que ella me iba ayudando con mis problemas y con mis inquietudes, a la vez que me iba dando conocimiento que me ayudaría en ese momento y que yo no sabía que me sería de mucha utilidad en el pasar de mi vida. Su conocimiento me lo iba dando y aún hoy lo sigue haciendo, intercalando alguna parábola de Jesús que en aquel momento resolvía y esclarecía la situación que estaba viviendo, me explicaba la condición del ser humano y el porqué de nuestras acciones y así de una manera tan natural, como es ella, Josefina me iba ayudando con mi vida, me iba aportando un mayor conocimiento del mensaje de Jesús y de mí mismo.

De estos encuentros recuerdo muchos y uno de los más liberadores para mí fue contarle a Josefina que era gay. Tengo que recordar que ese había sido un tema tabú en mi vida, tema que desde pequeño me encargué de negar, recuerdo incluso que en mi despertar sexual yo pensaba en chicos y me torturaba diciéndome que eso no podía ser. Así que desde pequeño me encargué primero de negármelo a mí mismo y después de ocultarlo a los demás. Recuerdo que cuando se lo conté a Josefina (no recuerdo muy bien como se lo conté, pero seguro que daba muchos rodeos hasta que ella me ayudaba con su paciencia y con su ternura a que me abriera) rompí a llorar y aun contándolo seguía negándolo diciendo que eso no podía ser así y que yo no podía asumir que era gay, porque si lo hacía se me caería todo lo que había construido. Ante aquello la respuesta de Josefina fue contundente y clara: “Fernando sobre qué pilares estás construyendo tu vida, porque si esos pilares están construidos sobre la mentira no son pilares sólidos, no tienen una base firme, así que esos pilares se caerán. Todo lo que construyas de aquí en adelante que sea sobre pilares verídicos” me quedé callado… creo que se me cortó el llanto de golpe, porque sabía que llevaba razón y que lo que me estaba diciendo era revelador hacia mi persona y estas palabras suponían y te invitaban a hacer un cambio de personalidad, a abandonar la mentira, aceptar la realidad y a ser agradecido. Y siempre al finalizar se producía ese momento de lleno, de paz y tranquilidad que nos envolvía y que Josefina me aclaró que era el Espíritu Santo que con su presencia bendecía esas reuniones y así es, pues no hay adjetivos que describan esta maravillosa sensación.

Necesito hacer un inciso aquí porque tengo que aclarar algo, yo siempre he ocultado al exterior que soy gay e incluso mucho después de habérselo contado a Josefina, no sé exactamente si entre los 27 o 29 años es cuando se lo empiezo a contar a mi familia y amigos. Aún en ese momento fui ayudado por Josefina porque si no llega a ocurrir un episodio que voy a contaros creo que aun seguiría encerrado en aquel círculo de mentira. Un buen día me levanto y la llamo y le digo: “Josefina hoy le voy a contar a mi madre que soy gay”, ella, recuerdo que se puso muy contenta y me felicitó, pero ese momento no llegó y ella ilusionada cuando mi madre le llamó le comento: ¿te ha contado ya tu hijo la noticia? A lo que mi madre extrañada le preguntó de qué se trataba… imaginaros el mal momento que tuvo que pasar, así que me llamó y me dijo: “Fernando a mí no me vuelvas a decir que vas a hacer algo si no lo vas a cumplir que mira lo que ha pasado”, recuerdo que me sentí tan mal porque sabía que no lo había hecho bien, que ese mismo día se lo conté y la reacción de mi madre, al igual que la de todas las personas a las que se lo dije después fue muy positiva y muy diferente de lo que yo había imaginado. Así que creo que ese empujón fue muy necesario para que yo por fin tomara la decisión de contarlo. Os cuento este detalle porque yo siempre he sido consciente de la ayuda y Bendiciones que he recibido por parte de Dios Padre con la ayuda de Josefina, pero otra cosa diferente es lo que yo he hecho con esa ayuda, cual ha sido mi actuación, como lo he llevado al exterior, pues siempre mi problema y aún hoy en día creo que sigue siéndolo es como llevo yo las cosas al exterior, como me muestro. Incluso ahora a mi edad y después de tanto aprendido con Josefina no me muestro como soy, no muestro lo valioso que he recibido y aunque esa parte venga desde pequeño, en la actualidad no puedo excusarme, tan solo decir que mi rebeldía avivada por mi ego me impiden muchas veces reconocer esas Bendiciones y lo más importante compartirlas con aquellas personas que me rodean y defender esta gran ayuda que estoy recibiendo de Josefina. Cosa que por otra parte continúo trabajándome para que esa forma de ser no siga actuando en mí.

Recordar también que los cambios que se van produciendo en uno son graduales y esto ocurre entre otras cosas por una sencilla razón. Josefina nos ha dedicado hora sobre hora, día sobre día y siempre nos ha atendido, nos ha escuchado y a veces (y han sido muchas) ha tenido que escuchar lo mismo repetidamente. Yo iba, le contaba lo que me pasaba y ella me daba la respuesta, al día siguiente la llamaba y le decía Josefina no he entendido esto y ella me lo aclaraba, a los tres o cuatro días siguientes otra llamada, en la que la demanda era siempre la misma y ella, con paciencia, me respondía otra vez. Josefina en ese aspecto ha sido muy paciente, muy constante y siempre nos ha dado la misma respuesta, no se ha desviado ni un ápice en lo que nos decía. Respuestas que eran claras y concisas. Pero claro el problema viene cuando uno quiere escuchar otra cosa, o no le satisface la respuesta, o no le gusta o simplemente no es lo que quiere escuchar. En ese momento, cuando no haces caso de lo que se te está diciendo es cuando estás frenando ese cambio, cuando no avanzas y esto ocurre porque tú mismo detienes ese avance al querer obtener otra respuesta o hacer otra cosa, porque con lo que respecta a Josefina, ella siempre se ha mantenido fiel a sus principios y su respuesta ha sido la adecuada en cada momento y nos ha dicho las cosas que tenía que decirnos. De hecho en los momentos en los que sí he hecho caso de lo que me estaba diciendo y si he obedecido su palabra, en esas ocasiones he sido feliz, las cosas me han ido bien, todo se ha resuelto de una manera positiva y yo me he sentido bien conmigo mismo, con sensación de plenitud y agradecimiento.

Para terminar puedo aseguraros que el haber conocido a Josefina ha sido un privilegio que ha cambiado mi vida, en la actualidad llevo una vida normal, sana, tranquila, que ya es difícil en los tiempos en los que vivimos, que cuando miro a mi alrededor me siento muy afortunado y muy agradecido de haber podido compartir con ella tantas cosas y de que me haya enseñado a vivir. Y si los cambios en mi vida no se han producido antes ha sido por mi culpa, por mi resistencia, por mi prepotencia o por mi egoísmo. Y si alguien considera que es triste reconocerse así a uno mismo, mucho más triste es hacerle a una persona lo que yo le fui haciendo a Josefina.

Os explico, Ella es una persona que se ha entregado a nosotros (y hablo en plural porque han sido muchas las personas que han acudido a Josefina) daba igual la hora, el día, siempre la llamas y te responde y, en mi caso, haber ido una y otra vez a pedir ayuda, a decirle que la necesitas, que quieres su ayuda, su consejo, que no quieres alejarte de ella, porque claro, sabes que lo que estás recibiendo es verídico, es real, es muy importante, es sanador. Y al mismo tiempo, de manera contradictoria, no hacerle caso, o escuchar lo que tienes que hacer y hacer otra cosa creo que es algo muy duro de hacerle a una persona, pues en el fondo lo que haces es agotarla, exprimirla y no permitir que otras personas puedan beneficiarse de su ayuda y yo reconozco haber actuado así de la misma forma que sé que con mi trabajo, con mi esfuerzo y escuchando y haciendo caso de lo que me dice Josefina habrá un momento en el que esta actitud de paso a un cambio total en mí que me permita seguir viviendo con la felicidad, amor, tranquilidad, conocimiento y armonía que Josefina nos ha transmitido.

escrito por Fernando, el día 28 de abril de 2017

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