¡Qué bendición haberte encontrado en esta vida!

Querida Josefina, no tengo palabras para agradecerte cuánto haces por mí, por mi marido, por tus ahijados, y por tu infinita paciencia a la hora de transmitirnos tus enseñanzas, de forma tan desinteresada y con tantísimo Amor. Porque eres puro Amor, el mismo Amor que sentí nada más verte la primera vez que te conocí…

Era el año 2000. Faltaban un par de meses para mi boda y yo me encontraba muy débil. Hacía poco que me habían tenido que intervenir por segunda vez de cornetes, pues se me habían vuelto a reproducir. Previamente a esta última operación, el doctor había intentado evitarla inyectándome varias dosis de corticoides de depósito que debían provocar un efecto antiinflamatorio en los cornetes, pero que no resultó de la forma esperada. Estos corticoides provocaron como efecto secundario que mi menstruación no remitió durante dos meses, por lo que me encontraba anémica y muy debilitada.

Llegué a perder mucho peso, bajando de los 52 kg a los 46 kg. Parecía un esqueleto andante. Lógicamente, mi madre estaba muy preocupada porque no veía que remontara, ya que apenas tenía apetito y empezaba a entrar en una especie de círculo vicioso en el que cuanto menos comía, menos apetito tenía, y apenas tenía ya fuerzas. Fue ella la que me animó a ir a ver a Josefina, ya que la conocía desde hacía uno o dos años y me habló de su don de sanación. No era la primera vez que me hablaba de ella, ya que yo ya sabía que viajaba de forma periódica a Granada a visitarla, junto con otras personas, a unas reuniones en las que realizaban lecturas sobre la Biblia y posteriormente las analizaban y ella les daba una explicación en función del conocimiento que le había sido inspirado, pero creo que era la primera vez que me habló de su capacidad sanadora.

Yo era bastante recelosa ante estos temas, y asumía con poco agrado que mi madre se pusiera en ruta de forma tan frecuente con el coche (una vez al mes). Además, viajaba sí o sí, siempre que hubiese una reunión, aunque estuviera nevando, y ella me decía «si a nosotros no nos va a pasar nada, a los que vamos con fe, tenemos angelillos que nos protegen en el camino…». Yo me preocupaba muchísimo, encontrando ese razonamiento poco «realista», por decirlo de alguna forma, y tenía muchas reticencias por llegar a temer si mi madre estaba metida en alguna especie de «secta» o algo así. Aunque la verdad es que cuando escuchaba con atención todo lo que ella me transmitía de lo que acontecía en esas reuniones no me parecía que hubiera nada malo en ellas, sino todo lo contrario, y además empecé a notar en mi madre una serenidad que nunca había visto en ella, aunque la pobre tuviese los mismos problemas que antes: en paro, divorciada y con dos hijas que sacar adelante sin recibir ninguna ayuda de nadie.

Y es que tengo que agradecer a mi madre que ella siempre ha estado buscando, con sus equivocaciones en el camino, hasta que por fin encontró a Josefina. Yo, a causa de estas experiencias que había tenido con falsas curanderas y echadoras de cartas que lo único que pretendían era sacarle el dinero y estafarla, era muy reacia a este tipo de personas que se atribuían capacidades videntes y sanadoras. Pero ella siempre me insistió en que Josefina era diferente, que no tenía nada que ver con lo que se había encontrado hasta el momento en su vida, que por fin había encontrado lo que siempre había andado buscando, además de que Josefina no cobraba nada ni pedía nada a cambio por prestarnos su ayuda y su conocimiento sobre la vida de Jesús y su doctrina, de forma que sea bien entendida. Estaba claro que no tenía nada que ver con ese otro tipo de personas. Al cabo de un tiempo, tanto me insistió, y tan mal me veía yo, que consentí en visitarla.  

Y así llegué a ella, recelosa y muy alerta, a ver con qué tipo de persona me encontraba. Pero cuando llegamos a su casa, tocamos el timbre y abrió la puerta, su amplia sonrisa y la bondad que irradiaba empezaron a desmontar la coraza que llevaba. Yo estaba muy callada, nos sentamos y Josefina me preguntó cuál era el motivo por el que había ido a verla. Le comenté mis problemas de salud y ella, que me escuchaba con atención, al terminar de explicarle me preguntó abiertamente: 

– «Pero, a ti… ¿qué es lo que te está haciendo sufrir?» 

Y yo volvía a explicarle lo débil que me encontraba… Pero esta vez me interrumpió y me volvió a preguntar: 

– «No me refiero a estos problemas de salud que ya me has comentado, sino a tu interior… Tu estás sufriendo mucho… ¿Cuál es el motivo?» 

Y en ese momento, sin saber cómo, me eché a llorar explicándole que me sentía angustiada porque mi madre no tenia trabajo y no sabía cómo iba a hacerlo porque ahora me casaba en unos días y no podría seguir aportando dinero para comprar comida como hacía hasta ahora y como tendría que mantener mi propia casa no sabía cómo podría seguir ayudando a mi madre, que también me necesitaba, porque el dinero que ella iba consiguiendo en trabajos eventuales no le llegaba, y… todo eso, me ahogaba…  

Me sorprendí a mí misma. No sabía cómo había podido llegar a sincerarme con una persona a la que no conocía de nada y de la cual recelaba, cuando, además, por mi carácter soy una persona bastante tímida y reservada, pero lo que más recuerdo de ese momento es que me sentí completamente desnuda, como si Josefina hubiera sido capaz de ver en mi interior el sufrimiento que llevaba en silencio (pues a nadie le había hablado de ello), además de sentir la inmensa bondad y amor que me transmitía con su sola presencia y su forma de hablarme. 

Josefina me tranquilizó diciéndome que no debía preocuparme, que mi madre saldría adelante y que tuviera fe en Dios (ella le llama Padre), que es quien nos ayuda a todos a pasar las distintas situaciones que nos toque vivir, y que ahora debía centrarme en mi nueva vida y ser feliz. Y que era precisamente ese sufrimiento el que estaba haciendo mella en mi salud y no me permitía reponerme de todas mis dolencias. La verdad es que me encontré muy aliviada, tanto por haber sacado afuera mi dolor, como por la paz que sentía al oír sus palabras.  

Después, sentada en una silla, me puso las manos para sanar mi cuerpo, y sentí físicamente como si de ellas emanara una fuente de calor que iba provocando una especie de vibración por la zona donde iba pasando que me iba dejando una sensación inmensa de plenitud, como si me «llenara» por dentro de la energía que emanaba a través de sus manos. Y eso que, como os comento, estaba completamente recelosa y alerta, pero por más que lo intenté posteriormente, no fui capaz de encontrar ninguna explicación razonable a esas sensaciones que tuve durante la imposición de manos. 

Poco a poco fui mejorando y mis problemas de salud fueron remitiendo. Aunque todavía me encontraba un poco débil, llegó el día de mi boda y lo celebramos con mucha felicidad y armonía. Volví de un viaje de novios de ensueño a mi nueva vida, la cual empecé a vivir con muchísima felicidad, disfrutando de una libertad que nunca había sentido. Mi madre iba saliendo adelante y aunque los trabajos que le salían eran eventuales, la verdad es que nunca llegó a faltarle, pues cuando uno terminaba, le salía otro en poco tiempo, hasta que por fin, al cabo de muchos años, encontró su puesto de trabajo definitivo en el que, gracias a Dios, sigue hoy en día y está muy contenta.

Como os comento, los dos primeros años de casada los viví en plenitud, pero a lo largo del tercero comencé a tener episodios graves de insomnio. Empecé a desvelarme por la noche y no poder seguir durmiendo, pero luego era que ya no podía ni siquiera conciliar el sueño de ninguna manera, llegando a temer el momento de ir a dormir… Nunca llegué a comentar con mi marido del encuentro que tuve con Josefina, aunque él si sabía que mi madre acudía con periodicidad a Granada a las lecturas de la Biblia que ella organizaba. Ahora me da un poco de pena no haber aprovechado todo ese tiempo con ella para haber tratado de aprender más de sus enseñanzas, pero como ella dice siempre, «Todo llega a su debido momento…», pues quizás todavía no estábamos preparados.

Un día que mi madre se encontraba con vértigos y no podía conducir, me pidió el favor de que la llevara a ver a Josefina para que le pusiera las manos, y fue entonces cuando le hablé a mi marido del día en que la conocí y de las buenas sensaciones que me transmitió, y, aunque en principio también era tan reticente como yo al principio, lo que le expliqué hizo que quisiera conocerla también en persona, por lo que fuimos juntos a llevar a mi madre.

Para él también resultó muy gratificante conocerla, lo cual a mí me alegró mucho, y a partir de ahí los dos decidimos asistir a la próxima reunión que se celebraría en breve, pues estábamos impacientes por descubrir por nosotros mismos aquello de lo que tanto nos hablaba mi madre. Esta experiencia fue muy, muy enriquecedora, y a partir de ese momento, nos convertimos en asistentes asiduos a las mismas. Fue entonces cuando realmente pudimos comprender con claridad el motivo por el cual mi madre se ponía en marcha cada mes para acudir a estas reuniones. Se trataba, simplemente, de leer los pasajes de la Biblia que Josefina hubiese seleccionado para ese día, y tras abrir un pequeño debate sobre el mensaje que cada uno de nosotros interpretaba que querían transmitir, ella nos daba las aclaraciones precisas que había recibido por inspiración divina sobre dichos versículos. Una vez finalizadas las explicaciones, a continuación nos iba poniendo las manos uno a uno en una zona más apartada de la sala, y sobre la marcha, nos hacia preguntas que, sin tener ella ningún tipo de información previa, iban directamente dirigidas sobre los sentimientos, miedos o contradicciones por los que estuviéramos pasando, ofreciéndonos posteriormente consejos sobre cómo afrontarlos, apoyándonos siempre en la ayuda que nos legó la doctrina de Jesús. Como siempre dice Josefina, «Dios nos creó libres», y por eso ella siempre respeta y comprende todas nuestras decisiones y nuestros actos, incluso aun cuando en su interior sabe que puedan no ser las acertadas ni las que nos vayan a beneficiar en nuestra evolución espiritual, aunque eso se lo queda para sí misma para no interferir en el camino que, libremente, vamos tomando con cada una de esas decisiones. Por esto mismo, ella no nos dice lo que debemos hacer en concreto ante cada situación, sólo nos da el conocimiento que necesitamos oír en cada momento determinado como ayuda para nuestra evolución, pues siempre está en nuestra mano el actuar de un modo u otro. 

En la sección de Videos de esta página web, además de en sus libros, podéis disfrutar muchos de estos mensajes y explicaciones sobre la Biblia y las Revelaciones recibidas realizadas por la propia Josefina, los cuales os animo a que veáis con atención, y sobre todo, con la mente y el corazón bien abiertos. Os deseo que sea para vosotros tan provechoso y enriquecedor como lo ha sido y sigue siendo para mí. Cada vez que los ves consigues comprender algo nuevo que en anteriores ocasiones te había pasado desapercibido, pues, dependiendo del momento evolutivo en el que nos encontremos, seremos capaces de asimilar más o menos conocimiento. Una vez que decides tomar el camino de la evolución y el trabajo personal, ya no hay vuelta atrás. Es tanta la plenitud que vas sintiendo en tu interior, que sólo quieres seguir trabajándote para intentar conseguir más y poder utilizar ese conocimiento que vas adquiriendo poco a poco en las distintas situaciones que se te van presentando en la vida. 

Por mi parte, comentaros que, aunque en mi interior creía en Dios y le rezaba todas las noches, nunca he sido practicante: no he dado religión en el colegio, aunque si hice la primera comunión y me atraían las historias de la Biblia, sobre todo la figura de Jesús. De pequeña iba a misa alguna vez con mi abuela cuando estaba de vacaciones con ella, pero mi sentimiento hacia la Iglesia tenía una parte de atracción por un lado, y de rechazo por otro, ya que me resultaba incomprensible ver los abusos que el poder eclesiástico ha realizado durante toda su existencia. Por ejemplo, no entendía cómo habiendo tanta hambre y pobreza en el mundo, la Iglesia acumulaba tantos tesoros y riquezas, así como, ante determinadas prohibiciones que estipulaba, aquél que les pagara podía saltárselas sin ningún problema. Además, en mi interior era de la opinión de que todas las religiones compartían un mismo Dios, sin importar como cada una prefiera llamarle.

Con estas inquietudes espirituales fue como llegué a estas reuniones y recuerdo que en una ocasión Josefina me preguntó si creía en Dios, a lo que respondí que sí, pero que tenía mis reticencias con la Iglesia. A continuación me preguntó qué pensaba de la reencarnación, y le hablé de que me atraía la idea que plantean en el Budismo, aunque me chocaba un poco lo de que pudiésemos reencarnarnos en animales de cualquier tipo. Esa fue la primera ocasión en la que me comentó brevemente que Dios, en su infinita misericordia, nos permite vivir más de una vida para seguir evolucionando, ya que en una sola sería imposible, pero que esta reencarnación es sólo en seres humanos, que somos los que tenemos alma o espíritu, aunque ya iríamos hablando más adelante de todas estas cosas, que a lo mejor era un poco pronto para ello. Ella siempre sabe cuándo debe ir dándonos más información, conforme vamos estando preparados para ir comprendiendo y asimilando el conocimiento.

Sobre mi insomnio, Josefina siempre me dijo que el problema provenía de mi interior, pero esta vez yo no conseguía averiguar cuál era la causa que lo provocaba. Por fin, una de las veces que fui a visitarla, ella pudo ver lo que me estaba atormentando, y yo me quedé un poco desconcertada… En principio, yo no era consciente de ello, pero, al ir analizándome, ciertamente se trataba de lo que me había dicho Josefina y, poco a poco, al ir afrontando la causa, el problema fue desapareciendo. 

A nivel de salud Josefina me ha ayudado especialmente a concebir a mis hijos, preparando mi cuerpo para los distintos tratamientos de reproducción asistida a los que me he tenido que someter hasta conseguir por fin ver cumplido mi sueño. Ha sido un largo y tortuoso proceso que ha durado varios años, durante los cuales he tenido que afrontar situaciones en las que he sufrido mucho, debiendo aceptar que las cosas no iban saliendo precisamente como yo esperaba y deseaba. Además, todos estos problemas coincidieron en el tiempo con otras circunstancias personales muy dolorosas que me tocaron vivir y que vinieron a complicar todavía más todo el proceso. Hubo un momento en que, a causa de estas circunstancias toqué fondo. En mi interior sólo sentía una profunda tristeza y desolación, pues, aunque estaba rodeada de las personas de siempre en mi círculo íntimo y familiar, ninguna de ellas pudo o supo ayudarme. Todo mi mundo se desmoronó cual un castillo de naipes, señal quizás de que las bases sobre las que estaba construido no eran tan sólidas como yo creía… 

Mientras atravesaba tan duros momentos, empecé a centrarme en reflexionar de forma más detenida y profunda sobre la doctrina de Jesús que Josefina nos ha dejado bien explicada en sus libros, y que, además tenía la suerte de poder consultarle en persona todo aquello que me costara entender. Hacerlo me daba calma y eso me ayudó muchísimo a seguir adelante cuando nada más me alentaba a seguir viviendo.

Fue entonces cuando comprendí que el fin último  por el que venimos a esta Tierra a vivir una nueva vida no es para cumplir todos los sueños que nos hayamos prefijado, sino para evolucionar nuestro espíritu y desprendernos del karma acumulado en vidas pasadas, así como del creado en esta, de modo que la vida nos va llevando por distintas situaciones que nos han de servir para aprender y sacar de dentro lo mejor de nosotros mismos. Por tanto, tomé la determinación de dejar de lamerme mis heridas y mirar hacia el futuro centrándome en intentar cumplir ese objetivo primordial. A partir de ahí empecé a sentir poco a poco a Dios en mi corazón, y eso me hacía feliz. 

Poco después de comenzar a vivir esta transformación interior tuve la grandísima suerte de que el Padre me premiara con la llegada de mis dos hijos, que vinieron a colmar mi vida de dicha y felicidad. Finalmente, en el que iba a ser nuestro último intento, pues incluso Josefina no era partidaria de que siguiera sometiéndome a esos tratamientos hormonales tan fuertes, me quedé embarazada de los dos únicos embriones viables que quedaron tras el tratamiento, y ambos, gracias a Dios, salieron adelante, convirtiéndome en la persona más dichosa y feliz del mundo.  Debo decir que a este intento fui totalmente abandonada al Padre, aceptando lo que tuviera destinado para mí, porque Él tenía la última palabra. Es difícil de explicar el concepto de «abandono», pero realmente para mí consistió en aceptar que en la vida debemos anteponer el amor a Dios ante todas las cosas, incluso a nuestros deseos y anhelos personales, pues solo Él sabe lo que es mejor para nosotros. Esto tuve que aceptarlo como os digo tras vivir experiencias muy tristes, en las que mi mundo, tal como yo lo tenía «planificado», se me desmoronó por completo. Porque, en mi humilde opinión, este es otro error que creo que comentemos cada vez más en nuestra sociedad actual (o, al menos yo lo cometí), el intentar «planificar» y «controlar» todo lo que nos afecta, y cuando comprendemos que lo que verdaderamente importa y para lo que venimos a esta vida es para evolucionar interiormente, todo cobra sentido, incluso hasta las experiencias dolorosas por las que pasamos, si éstas nos sirven para aprender y tratar de encontrarnos con nuestro «yo» interior. 

Viví mi embarazo con las típicas molestias (náuseas, dolor de espalda, etc.), algo más intensas por tratarse de un embarazo gemelar, pero sintiéndome muy protegida y con una sensación en mi interior de que todo iba a ir bien. Como ejemplo de esa protección que yo sentía, ese invierno estuve rodeada en mi puesto de trabajo de al menos tres personas con neumonías graves, y yo ni siquiera pasé ni un resfriado. Durante mi embarazo, me hacía muchísima ilusión que mis bebés recibieran desde la barriguita la energía divina que de Josefina emanaba cuando me ponía las manos, y desoía a quienes, con sus mejores intenciones, me decían que no me pusiera en riesgo en la carretera para ir a visitar a Josefina, con tanto como me había costado, pues yo sabía que era lo mejor para que mis bebés se fuesen desarrollando perfectamente… ¡Estaban recibiendo “vida”! Cada vez que volvía de visitarla, mi barriga crecía y, en todos los controles médicos del embarazo, mis pequeños siempre han estado por encima de las medidas y peso medio, ambos por igual, lo cual es bastante infrecuente en un embarazo gemelar, según me decían con asombro los propios médicos.

Cuando se acercaba la recta final de mi embarazo, sentí la necesidad de pasar un tiempo cerca de Josefina, para que mis pequeños estuvieran preparados para el nacimiento, y otra vez desoyendo los consejos de algunos seres queridos para no viajar en mi elevado estado de gestación, con 33 semanas me fui a pasar unos días a la playa, donde ella residía. ¡Fue increíble lo que me creció la barriga en aquellos días! Y por algo sabía yo que tenía que pasar esos días con ella, pues dos semanas después nacieron mis niños perfectamente bien, a pesar de ser prematuros, con el peso adecuado para no tener que pasar por incubadora. Durante todo el embarazo nunca me confirmaron si sería parto natural o cesárea y, de hecho, hasta el último minuto no se supo, porque como tuvieron que pasar unas horas hasta que me pudieron operar, llegué a dilatar hasta casi 9 cm y medio…

Pero no sentía ningún temor, y, a pesar de los dolores propios de la dilatación, me encontraba como si estuviera en una nube, sintiendo la protección tan grande que me enviaba el Padre a través de las oraciones de Josefina, porque ella estaba conmigo desde la distancia. Y eso que yo siempre había tenido muchísimo miedo tanto al embarazo como al parto, principalmente a que algo pudiera salir mal y causarle daño a mis pequeños.

Posteriormente también recibí muchísima ayuda a nivel de salud con un problema que tuve causado por las calcificaciones que se me quedaron en el útero después de la cesárea, pues una citología salió con valores que eran indicativos de que podía haber algún problema grave. Cuando informé a Josefina sobre este tema me dijo que era necesario que me pusiera las manos tan frecuentemente como fuera posible, y gracias a su ayuda, al cabo de un mes durante el cual estuve visitándola todas las semanas, todo quedó solucionado, pues cuando me repitieron la citología ya salió en sus valores normales.

Además de estos momentos destacables, constantemente recibo la ayuda de Josefina pues la visito con frecuencia y me pone las manos aunque no tenga ningún problema de salud, pues se reciben células de “Vida” a través de sus manos que nos ayudan a mantenernos sanos. Incluso en la distancia, ante cualquier «achaque» con sólo llamarla y pedirle que me envíe «ayudilla» como le suelo decir, al momento noto en mi cuerpo el alivio recibido tras sus oraciones, acompañado de la misma sensación que percibo tras ponerme las manos. A veces, nos hace un chequeo en la distancia y detecta el origen de nuestro mal, es como si pudiera ver en el interior de nuestro cuerpo, dándonos a continuación las indicaciones necesarias para recibir el tratamiento adecuado, el cual suele ser a base de productos naturales: flores de Bach, infusiones, productos de herboristería, etc.

Pero lo que más le agradezco al Padre es el hecho de que mis dos hijos reciban también esta ayuda. Podría poner tantos ejemplos que llenaría un libro. Como es natural, en todo el proceso de bebés a niños han tenido que ir inmunizándose, pero cuando se ponen malitos tengo la enorme tranquilidad de saber que Josefina siempre está ahí, velando por ellos, enviándoles ayuda, dándome el diagnóstico acertado, y aconsejándome el tratamiento adecuado. De esta forma, mi hija, que tiene una naturaleza más fuerte, habrá tomado antibióticos un par de veces en sus casi cuatro años de vida, y mi hijo, que sufre de bastantes problemas de tipo respiratorio, gracias a Josefina no ha tenido que tomar nunca aerosoles, corticoides ni ventolines. ¿Acaso no es una bendición el hecho de que cuando alguno de ellos tiene fiebre durante la noche, con sólo enviarle un mensaje amanecen perfectamente y sin ningún síntoma? Me conmuevo y se me saltan las lágrimas de agradecimiento cuando entro en la habitación de los niños y oigo al pequeño respirar perfectamente, cuando unos días antes estaba con tal cantidad de mocos que podría derivar en complicaciones de oído, de los bronquios, o del conducto lagrimal.Todo gracias a la ayuda recibida a través de sus oraciones, y así sucede siempre. Si el problema persiste, Josefina está siempre pendiente y vamos contrastando la información que ella recibe con la prescrita por el pediatra. Por ejemplo, recientemente tuvo una inflamación de oído y aunque el pediatra le indicó antibiótico, puesto que Josefina veía que el problema iba remitiendo, valoramos el posponer su administración un tiempo prudencial para permitir a su sistema inmune reaccionar a la sanación recibida, aunque nunca descartamos el suministrárselo si pasado ese tiempo no hubiera mejoría. Pero, una vez más, no fue necesario, y finalmente se recuperó perfectamente de esta dolencia.  

A nivel espiritual, la ayuda de Josefina lo ha sido y lo es todo, pues siento que he «renacido» y que soy una persona completamente nueva con respecto a la que era años atrás, antes de conocerla, y Josefina es el punto de inflexión en mi vida que lo ha cambiado todo. Desde hace un tiempo me comenta cuando me pone las manos «Tienes la cabeza muy bien, muy en calma», incluso aun estando preocupada por cualquier cosa. Esto no ha sido siempre así, porque cuesta mucho dejar de actuar como siempre hemos actuado, o de pensar como siempre hemos pensado, pero Josefina siempre ha estado ahí, con su cariño y comprensión, volviendo a repetirme las explicaciones y consejos que necesitara. En este momento, a menudo me encuentro tan bien y tan equilibrada que algunas mañanas, incluso encontrándome en el trabajo, puedo llegar a percibir cómo se inunda mi cuerpo de energía divina, del mismo modo que cuando Josefina nos pone las manos, energía que ella nos envía cada día con las oraciones que hace por nosotros. Es difícil de describir, pero no hay mayor placer en el mundo que esa sensación que invade todo tu interior y te llena por completo, haciendo brotar en ocasiones hasta lágrimas de felicidad. Soy consciente de que esto es sólo un pequeño comienzo de todo lo que me queda en el camino de mi evolución personal, pero para mí es muy importante y trato de, pase lo que pase, no perder esa calma y esa conexión con mi interior que tanto me inunda de paz.

En muchas ocasiones puedo comprobar lo constante que debo ser en este trabajo, sobre todo el de mantener la mente libre de pensamientos negativos y preocupaciones absurdas sobre asuntos cuya solución no depende de nosotros, pues en un momento, paso de encontrarme en un estado de paz y plenitud a volver a sentirme nerviosa, contrariada y, lo peor de todo, a sufrir achaques de salud que son como «toques de atención» de que ese no es el camino a seguir. Otras veces, debo agradecer a mi querida Josefina que me «de el aviso», el cual desgraciadamente viene dado porque ella, con la enorme sensibilidad que tiene hacia todos, y especialmente, hacia los que estamos cerca de ella y nos ha dedicado tantísima energía e instrucción, empieza a sentir mucha tristeza y me llama para preguntarme si va todo bien. Esos momentos son también muy duros para mí, porque me entristece enormemente causarle esos sentimientos de tristeza a Josefina, por fallarle a ella, y sobre todo al Padre, y también a mí misma. Pero le agradezco muchísimo que lo haga, porque me sirve para darme cuenta de aquello que no estoy haciendo bien, y de nuevo reafirmarme en que tengo que estar muy, muy atenta a todas mis acciones y pensamientos, a la forma de enfrentarme, en mente y espíritu, a las vicisitudes por las que me toque pasar en la vida, tanto si son más o menos transcendentales como también cotidianas, en la forma de relacionarme con los demás en todos los ámbitos (familia, amigos, trabajo, …), de expresar mis ideas y mi nueva forma de entender la Vida, de manera que todas ellas vayan en línea con las enseñanzas que ella nos da, en línea de lo que el Padre espera de nosotros. No podemos contradecirnos, pensar de una manera y actuar de otra… Es muy difícil, porque sin darte cuenta te dejas arrastrar por la vorágine diaria y por la forma en que siempre hemos actuado… ¡Hay que estar tan atentos hasta en los más mínimos detalles! Cada pensamiento y cada palabra que sale de nuestra boca, cada cosa que hacemos, debemos analizarla, porque como siempre nos insiste Josefina, estamos creando con nuestros actos y también con nuestros pensamientos, y esto es tan importante porque recibiremos aquello mismo que hayamos creado. No puedo permitirme desaprovechar el regalo más grande que he podido recibir en esta vida, que es el que Josefina me haya ayudado a recordar quienes somos y para qué hemos venido a este mundo y, por tanto, debo actuar en consecuencia..

Otra dura lección que he aprendido en mi vida es darme cuenta de que si alguien no comparte mi evolución, debo intentar tender una mano y prestar mi ayuda, pero siempre y cuando no sea un lastre para mi, y, llegado el caso, incluso dejarlo atrás si es necesario. Siempre he sufrido mucho por todos, llegando incluso a condicionar la forma en que vivía mi propia vida, y ahora tengo claro que algunos de los episodios más tristes de mi vida tenía que pasarlos para fortalecerme y reafirmarme en mi evolución, trabajarme la Fe y no dejarme afectar tanto por cómo estaban los demás. He llegado a comprender plenamente el primer mandamiento “Amarás a Dios sobre todas las cosas”, porque Él es la base de todo. Si no anteponemos nuestro amor a Él no estamos amando bien a nadie, y mucho menos a uno mismo.

Toda esta transformación que he ido sintiendo en mi interior ha sido fruto de un largo proceso, de muchos años, y siempre la he vivido de forma íntima y callada. Sólo en estos momentos me he atrevido a expresar mi experiencia personal para dar testimonio de cuánto me ha beneficiado conocer a Josefina y aplicar, con mis muchas equivocaciones en el camino, la doctrina de Jesús, que ella nos anima a seguir con tanta alegría y entusiasmo porque sabe que es la única forma de poder llegar a beneficiarnos todos de las bendiciones que Dios Padre dejó para toda la humanidad. 

Me conmuevo cuando reflexiono a menudo sobre las bendiciones que he recibido, y que sigo recibiendo cada día, porque soy muy consciente de lo afortunada que soy. Cuando echo la vista atrás y pienso en mi vida, no considero que haya nada en mí especial que me haga merecedora de tantísima felicidad y dicha. Dicha que colman mis hijos, que son seres muy especiales, pero que procede fundamentalmente de la base de un estado de plenitud interior que sólo me lo puede dar el conocer y comprender en mi pequeña medida un poquito más sobre la Verdad que Jesús predicó y que me hace sentir a Dios en mi interior cada vez con mayor intensidad, viendo cada vez más desde la distancia las cosas que a otros les hacen sufrir o seguir encadenados, a las que yo misma me reconozco haber estado también encadenada anteriormente, y sintiendo cada vez más la necesidad de intentar seguir aprendiendo cada día un poquito más.

Me siento plena, feliz, muy feliz, y cada día que pasa me voy dando cuenta de lo poco que necesito para serlo. Porque esa felicidad parte principalmente de mi interior… sin ella, todo lo demás, simplemente, no funciona. Podría tener la vida más idílica del mundo materialmente hablando pero no podría ser feliz sin esta base que nos da la enseñanza que  Josefina nos transmite.

Con estas líneas sólo pretendo humildemente dar a conocer a los demás toda la ayuda que he recibido personalmente, y sigo recibiendo, gracias al Padre, a través de Josefina, y aprovecho para dejar constancia de que, además de ayudar a las personas que hemos recibido la bendición de cruzarnos en su camino, ella también realiza una gran labor por toda la humanidad, pues en sus oraciones diarias siempre pide por todos y por nuestro planeta Tierra, que es el hogar que necesitamos para evolucionar vida tras vida. Por todo esto, os animo a aquellos que sintáis alguna inquietud espiritual en vuestro interior a seguir su enseñanza, porque es bien seguro que os beneficiará.

Y a ti, querida Josefina, no tengo palabras para agradecerte cuánto haces por mí, por mi marido, por tus ahijados, y por tu infinita paciencia a la hora de transmitirnos tus enseñanzas, de forma tan desinteresada y con tantísimo Amor. Porque eres puro Amor, el mismo Amor que sentí nada más verte la primera vez que te conocí…

¡Te queremos, Josefina! ¡Gracias por formar parte de nuestras vidas!

Tu familia de ahora y de siempre.

escrito por Silvia, el día 30 de mayo de 2017

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